Se me atragantó la comida cuando
escuché a nuestro ínclito presidente pronunciar la
palabra celebrar refiriéndose a los luctuosos hechos sucedidos el 11 de marzo
de 2014 en Madrid. Estos políticos pierden fuelle cuando no les escriben los
discursos (y a veces también). Conmemorar hubiese sido un vocablo más adecuado. Un detalle nimio, nada más.
Se me siguieron atragantando
todos los alimentos cuando el presentador del informativo dijo que el expresidente Zapatero no había sido invitado al acto conmemorativo. Se suponía que
lo organizaba el Estado y el protocolo requería su presencia. Si Aznar declinó la invitación es
su responsabilidad, pero un Estado moderno no está solo para pasarles la pensión
vitalicia a sus expresidentes sino para exigirles que sigan representando a los que les eligieron
democráticamente.Hay una explicación, siempre hay una explicación extraoficial. No recibió
invitación para no dividir a los españoles. Los españolitos son niños de teta, tan
retrasados que alguien tiene que velar por sus sentimientos, alguien los
protege de todo mal, les quita las piedras (escrúpulos) del camino para que no se
enzarcen en batallas que a nadie interesan. Son tan capaces de montar una guerra civil si les vuelven a dejar solos. Los mercaderes de todo a cien (políticos, periodistas y otros correveidiles oficiales)
vendieron durante todo el día el acto como un ejemplo de unidad de la gran Marca España.
En el centro del acto las cámaras siempre captaban a nuestro Rey. Renqueante pero voluntarioso fue dando palmaditas a diestro y
siniestro. Es un maestro en el consuelo fácil, en el populismo de cartón
piedra. Quién se puede plantear una República en este país. Es imposible, no
hay resquicio, los partidarios de las prebendas de este embustero y de sus
descendientes le dan minutos de pantalla para que convenza al populacho que
otro sistema de gobierno es un riesgo inasumible.
Un Estado laico no se pudo
plantear un acto de homenaje a las víctimas de los atentados del 11-M con ese
mismo carácter. O como mucho, multiconfesional (muchas víctimas no profesaban
la religión católica), al estilo de lo que montaron los americanos con los muertos del 11-S. Sea por activa o por pasiva, por refleja o
reflexiva, la Iglesia manipula y domina el cotarro para ocupar un puesto que no
le corresponde en un Estado laico (¿ha quedado claro la inutilidad del adjetivo?). A Rouco Varela (váyase con Dios de una
puñetera vez) el Estado laico le entregó un micrófono para que diese su parecer
sobre las causas de la tragedia y obviamente este sombrío personaje no
desaprovechó la ocasión para meter cucharada. Si le dejan. Yo hubiese propuesto que al acabar la homilía el juez Bermúdez
pudiera haber disfrutado de un turno de palabra para explicar las insidias que tuvo que soportar
para esclarecer lo sucedido pese a los juicios paralelos que celebraba (ahora
sí) el Mundo de Pedro J y otros medios que hacía servir el presidente invitado al acto para que le devolviesen el poder. Y ya puesto, un par de minutos para el comisario de Vallecas (creyente creo) para relatar la sucesión de cabronadas que tuvo
que soportar para que unos interesados mantuvieran viva la llama de la
conspiración. Y voy más allá, para que no se me acuse de sectario, cinco minutos de gloria al
insultador Jiménez Losantos, suficientes para poner al público en pie y soliviantar toda la hipocresía reinante en el acto.
La cadena de despropósitos de ayer nos
define, éste es el país que tenemos, confesional, paternalista y poco serio,
por mucho que quieran disfrazarlo con una Marca que mas parece una Máscara.
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