"Més fàcil que odiar és transigir"
Mort de dama, Llorenç Vilalloga
La palabra se me ha colado en el café con leche matinal y como un canto que se desprende de una cumbre invisible colisiona con los salientes de mis cavernas y va ofreciéndome perspectivas de reflexión. Acudo a la etimología para que me devuelva una chispa. Atravesar. Cruzar. El vocablo insinúa fronteras, límites, territorios enconados. Tiro de diccionario para seguir el hilo. Consentir en parte con lo que no se cree justo, razonable o verdadero, a fin de acabar con una diferencia. La vida, mi vida vivida, se estira a lo ancho y a lo largo de la mesa todavía con las migas de pan del desayuno y me señala con el dedo acusador. He transigido mucho.
¡Bisturí! Acabar con una diferencia. La última
parte de la definición contiene casi todo el veneno. El conflicto, la
desavenencia como fuente de malestar interno. El taimado enemigo acecha tras la
falacia y se aprovecha del resquemor que produce el enfrentamiento. Hay que
hurgar en el miedo, removerlo, procesarlo a su favor, presentarlo en una
botellita limpia de futuro incierto. Si se mueve el suelo, la tierra firme en
la que se anclaron los principios, todo será más fácil, los valores, las
creencias atesoradas por la experiencia y por la genética no resistirán el
insistente traqueteo y tarde o temprano se renuncia a lo justo, a lo razonable
y a lo verdadero, por culpa de una maldita incertidumbre que pinza la médula a
la altura de la inseguridad.
Y de cada renuncia uno sale trasquilado. No eres
el mismo. Cada vez que vuelves a enfrentarte a un profesional del conflicto,
una debilidad marcada a sangre y fuego en el curriculum de las cesiones invita
al pacto ruinoso. No importa que el fanfarrón que llevamos dentro vocifere a
los cuatro vientos que acomete el tránsito al territorio prohibido para salvar
a la humanidad o como preámbulo de una venganza, es boquilla, no es más que la constatación
de una derrota vestida de gala. El círculo vicioso de la transigencia no se
corta con tenazas ni con láser. Necesita victorias que restablezcan los
principios y los valores propios, obviamente, en una interminable secesión de guerras
que izan banderas y entierran combatientes.
Cuánto peligro esconden los diccionarios.
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