Los fármacos nos tienen en sus manos. El mundo no
dejaría de girar si el Sol hiciese huelga pero otro gallo nos cantaría si las
farmacias bajasen la persiana y nos dejasen sin píldoras para afrontar la
realidad cara a cara. Se liaría un pitote de magnitudes incalculables alejado
de las posibilidades manipuladoras de Dios o del Diablo, me arriesgo a pensar
que incluso una coalición antinatura de ambas castas de la salvación y la
condenación no pasarían de ser una pistolita de agua frente a la coraza pétrea
de las combinaciones químicas que nos arrancan los males a base de comprimidos.
Un mundo basado en cimientos enfermos es un chollo
para los fabricantes de antidepresivos. Darle a la manivela y esperar réditos. En
el colmo de la productividad construyen sectores que tienen su centro en los
perniciosos efectos secundarios, o sea
cobrar dos veces por el mismo engaño. Y qué me dicen del desafío a la gravedad
del poderío machote. Una pastillita que permite convertir un músculo decrépito
en una barra de hierro irredenta al paso del tiempo. Nada de aceptar que los
cuerpos humanos tienen fecha de caducidad o que los pellejos son de cemento.
Todo es posible si se tiene en el cajetín la química adecuada.
¿Y ahora qué toca? ¿La inmortalidad? No es
rentable. Si se pueden cobrar muchos peajes asequibles a todos los bolsillos
para qué inventar un remedio total, hay que seguir regando la existencia de
peligro para que nadie sospeche. Eso sí, hay que renovando el miedo
periódicamente, hay que tener productos estrella que cautiven los pánicos,
léase SIDA o ÉBOLA, los snobs y los incautos están preparados para pagar lo que
no tienen por un remedio que no saben muy bien lo que remedia. Por mucha crisis
y mucha amenaza tecnológica que se cierna sobre horizonte los que mueven el
cotarro de las pastillas están afincados en una comodidad inamovible. Pero como
buenos poderosos no se confían y es por eso que tienen trabajando a científicos
de bata blanca para que sondeen nuevos nichos de mercado del dominio humano. Y
ya están dándole vueltas a un negocio que más que apuntar a la eternidad
proviene del retrovisor.
Una de las cosas que más duele al ser humano es el
pasado. Por mucho que se esfuerce, vía subconsciente o consciente, sale a flote
para golpear donde más hiere. Es un testigo molesto que condiciona el presente
y que alarga su sombra hasta el futuro. Cómo no se les ocurrió antes a los
negociantes de la felicidad ¡Pastilla que te crió! La del olvido selectivo, una
cajita de seis comprimidos y todos los errores cometidos en el pasado
desaparecen para siempre y con ellos la responsabilidad del paciente. El
contador se pone a cero y se crea una nueva vida libre de ataduras absurdas. Los
únicos que son inmunes al nuevo fármacos son los psicópatas que están aumentando
en las estadísticas sociales en peligrosa progresión, tal vez para ellos se
invente un antídoto que obligue a recordar las tropelías del pasado para que
cuando les vuelva la conciencia se vean obligados a chutarse con la gama de
productos que bombardean la memoria .
Si les sobra un durillo (nada de invertir en
nuevas tecnologías y otras zarandajas), pónganlo en cualquier laboratorio que
ande investigando en la goma de nata del recuerdo, beneficio seguro, más que el
Prozac y la Viagra juntos.
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