La naturaleza de la rueda del apareamiento tiene
similitud con los protocolos del walkitalki. En la adolescencia el cambio suele
ser una muestra suficiente para precipitar el corto. En la juventud se precisan
de algunas fórmulas convencionales para demostrar al partenaire que la historia
ha tocado a su fin. Necesito mi espacio, es lo mejor para los dos, esta
relación no va a ninguna parte, ya no me atraes como antes, te mereces alguien
mejor que yo. El corto ROTOS escenifica en forma de circuito la ronda de
justificaciones, unas veces toca vivir en tercera persona (dolor) la situación
y otras en primera (responsabilidad). Y la vida sigue, y el dejado puede dejar
y entonces comprende las dos partes de la verdad. Y todo gira armónicamente en
busca de la sanidad en las relaciones sentimentales. Si no era viable, si
alguno no está a gusto, puerta y cambio.
La realidad se empeña en no vestirse de rosa. El
dejado se enclaustra en su propia debilidad y se considera propietario del
dejador para no emprender un nuevo camino. Apuesta por el miedo y por la
intimidación. No hay cambio posible. Yo o yo. Las justificaciones para esa
retención contra voluntad son igual de efectivas que las otras. No me puedes
dejar, si me dejas me mato o te mato o lo mato.
Estos días ha saltado a la palestra informativa el
caso de Ángela González, una mujer que perdió a su hija porque su ex decidió
que era la manera de vengarse de su corto y cambio, la ONU condena a España a
indemnizarla porque no protegió a su hija. Rebuscando por las líneas de la
noticia encuentro una cifra escalofriante, en las cárceles españolas hay más de
5.000 hombres que no aceptaron el juego, lo que supone que en el otro lado de
la balanza hay 5.000 mujeres (mínimo) ultrajadas y estigmatizadas y otras que
no lo son porque dejaron de respirar a manos de los mastuerzos que ahora están
entre barrotes. Las nuevas parejas, los hijos y los familiares de las víctimas
también han sufrido y sufren marcados a fuego por las huellas de escenas de historias
poco edificantes. Y no acaba ahí la tragedia, casi 30.000 órdenes de
alejamiento siguen vigentes en 2014. De nuevo pienso en la otra parte de la
balanza, otras 30.000 mujeres que no pueden vivir a sus anchas, que dependen de
una sombra que en cualquier momento puede irrumpir desde la frontera invisible
y muchas veces inservible. Y sumemos de nuevo a sus nuevas parejas y a sus
familiares. Vayan sumando víctimas de la cerrazón. Y miles más de historias que
no acaban en condena y otras que no inician trámites pero que esconden
sumisiones perversas. Porque hay unos papeles, una vivienda, una hipoteca, unos
hijos, unas obligaciones, unos miedos flotantes, una dependencia, una sociedad
que calla, unos roles inamovibles que empujan. El amor obligado se ha extendido
en el sustrato de nuestra sociedad con más violencia que el ébola.
Dónde está el origen, dónde hay que poner la
vacuna. La rueda del apareamiento no gira como debiese.
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