divendres, 8 d’agost del 2014

CORTO Y CAMBIO



La naturaleza de la rueda del apareamiento tiene similitud con los protocolos del walkitalki. En la adolescencia el cambio suele ser una muestra suficiente para precipitar el corto. En la juventud se precisan de algunas fórmulas convencionales para demostrar al partenaire que la historia ha tocado a su fin. Necesito mi espacio, es lo mejor para los dos, esta relación no va a ninguna parte, ya no me atraes como antes, te mereces alguien mejor que yo. El corto ROTOS escenifica en forma de circuito la ronda de justificaciones, unas veces toca vivir en tercera persona (dolor) la situación y otras en primera (responsabilidad). Y la vida sigue, y el dejado puede dejar y entonces comprende las dos partes de la verdad. Y todo gira armónicamente en busca de la sanidad en las relaciones sentimentales. Si no era viable, si alguno no está a gusto, puerta y cambio. 


La realidad se empeña en no vestirse de rosa. El dejado se enclaustra en su propia debilidad y se considera propietario del dejador para no emprender un nuevo camino. Apuesta por el miedo y por la intimidación. No hay cambio posible. Yo o yo. Las justificaciones para esa retención contra voluntad son igual de efectivas que las otras. No me puedes dejar, si me dejas me mato o te mato o lo mato. 


Estos días ha saltado a la palestra informativa el caso de Ángela González, una mujer que perdió a su hija porque su ex decidió que era la manera de vengarse de su corto y cambio, la ONU condena a España a indemnizarla porque no protegió a su hija. Rebuscando por las líneas de la noticia encuentro una cifra escalofriante, en las cárceles españolas hay más de 5.000 hombres que no aceptaron el juego, lo que supone que en el otro lado de la balanza hay 5.000 mujeres (mínimo) ultrajadas y estigmatizadas y otras que no lo son porque dejaron de respirar a manos de los mastuerzos que ahora están entre barrotes. Las nuevas parejas, los hijos y los familiares de las víctimas también han sufrido y sufren marcados a fuego por las huellas de escenas de historias poco edificantes. Y no acaba ahí la tragedia, casi 30.000 órdenes de alejamiento siguen vigentes en 2014. De nuevo pienso en la otra parte de la balanza, otras 30.000 mujeres que no pueden vivir a sus anchas, que dependen de una sombra que en cualquier momento puede irrumpir desde la frontera invisible y muchas veces inservible. Y sumemos de nuevo a sus nuevas parejas y a sus familiares. Vayan sumando víctimas de la cerrazón. Y miles más de historias que no acaban en condena y otras que no inician trámites pero que esconden sumisiones perversas. Porque hay unos papeles, una vivienda, una hipoteca, unos hijos, unas obligaciones, unos miedos flotantes, una dependencia, una sociedad que calla, unos roles inamovibles que empujan. El amor obligado se ha extendido en el sustrato de nuestra sociedad con más violencia que el ébola.
Dónde está el origen, dónde hay que poner la vacuna. La rueda del apareamiento no gira como debiese.

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