dimarts, 12 d’agost del 2014

VÁYASE SEÑOR KEATING



Carpe Diem: Vivid el momento. Coged las rosas mientras aún tengan color pues pronto se marchitarán. La medicina, la ingeniería, la arquitectura son trabajos que sirven para dignificar la vida pero es la poesía, los sentimientos, lo que nos mantiene vivos.

Al final lo consiguió, el director de la rancia Academia Welton, el viejo que gritaba a los alumnos que se subían a los pupitres como homenaje a su profesor, consiguió expulsar de la vida al causante de la pequeña rebelión. Robin Williams se ha marchado definitivamente pero esa escena queda para la eternidad. Es el punto de partida del pensamiento, no tomar asiento, no atrancarse en una circunstancia adversa, extraer el meollo de las experiencias para cargarlas en una maleta lo más ligera posible. Enseñanza útil para navegar en este río tan manriqueño.


No les ocultaré que le tengo algo de tirria a la película El club de los poetas muertos. Durante mucho tiempo se ha pasado en las tutorías de los centros educativos (tan rancios como Welton) para exaltar a un tipo de profesor que trasciende al librillo que diseñan los que manejan el poder para coger otros más etéreos que provoquen a sus alumnos a pensar por ellos mismos. O sea, todo lo contrario a los valores que rigen el sistema educativo prusiano vigente. Muchos profes que proyectaban la célebre peli, en funambulismo hipócrita, cual curillas rasos (haced lo que yo digo, pero no hagáis lo que yo hago), mostraban a sus alumnos una forma de enseñar en la que ellos no creían. Después de pasarla volvían sin rubor a la gris cotidianidad disparando ráfagas de docilidad y de adoctrinamiento neoburgués. Una cosa es el cine y otra la cruda realidad, en la realidad hay que ser como el viejo director de Welton, en la ficción uno se puede permitir más alegrías y querer parecerse a Keating.
La peli también sirvió en muchos casos para entronizar el carpe diem. Cómo me cruje el estómago cuando me enfrento a la mala interpretación de esta máxima. El carpe diem puede acabar reescribiéndose como un estrambótico vive como quieras que esto se acaba pronto. Eso me lleva a pensar que la película tiene tantas aristas que no puede ser analizada desde un ángulo facilón, requiere una madurez intelectual y vital para no caer en conclusiones de todo a cien. Keating es mucho Keating, lo que provoca a su alrededor no es fruto de la casualidad o de la mente calenturienta de un guionista, es pura filosofía que tiene que explicarse cimentada en unas experiencias vividas, de lo contrario podemos orientarnos a un wishful thinking peligrosísimo.
Vean los tres últimos minutos de la peli y sigan indagando lo que les produce en las tripas. Robin Keating les contempla.


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