La adolescencia fue un invento de la sociedad
postindustrial para retrasar la incorporación de los niños al mundo laboral.
Punto pelota. ¿De qué manera? Con la excusa de la formación. Los zagales tenían
que pasar por un proceso de aprendizaje (enseñanza secundaria OBLIGATORIA)
antes de entrar en el mundo de los adultos, en el mundo laboral, en el paraíso
en que dejan de depender de sus progenitores para proporcionarse su propio
sustento. No se rían que les veo.
En un momento de la historia un hijo pasó de ser
un beneficio (dos manos más que trabajaban en el campo) a una carga (una boca
que traga y una factura de móvil y un consumidor de marcas y de ortodoncia y de
chuches y de alcohol y de….).
En un momento de la historia un hijo deja de
atender a su formación (porque no está motivado, porque no lo entienden, porque
no sirve de nada estudiar porque no encontrará trabajo) y se convierte en un
profesional del escaqueo.
En un momento de la historia los derechos del
adolescente menor de edad (y del mayor dependiente, cuestión que se puede
alargar hasta el infinito) superan ampliamente sus obligaciones. Es el germen
de la irresponsabilidad (otros pagan los desperfectos que yo produzco). Esa
enfermedad la arrastrará hasta la edad adulta (en caso que llegara o llegase)
con los consiguientes déficits para el conjunto de la sociedad.
Aquí están, con todos ustedes, venidos desde la
falta de límites de una sociedad progre y permisiva, ¡LOS MOROSOS!
Una gran parte de adolescentes con los que trato a
diario no pagan sus facturas (lo que consumen). Los accionistas que los
sustentan les ofrecen dos formas de contribuir a su mantenimiento: en dinero
(trabajillos para pagarse sus vicios, ahorros varios) y en especies (buen comportamiento,
buenas notas). Ni una ni la otra. Viven de gorra y si alguien les pasa la gorra
para que apoquinen una modesta aportación en el mantenimiento de sí mismos
meten la mano con descaro y se agencian lo que había dentro de la gorra.
Una gran parte de los padres de los adolescentes
que trato a diario se han construido un chalé en terrenos de la
queja pero siguen satisfaciendo sin rechistar el impuesto revolucionario de
los nuevos tiranos. ¿Qué quieres que hagamos, Jordi? Por un hijo/a se hace
todo. Se da hasta la vida. Pues nada, esclavos de nuevo cuño, sigan alimetando frankesteins con cara de ovejita desvalida, al final, no lo duden, darán la vida por los morosos y éstos, cuando les
hayan sacado todo el hámago, les dejarán tirados en la cuneta para buscar nuevos
esclavos más jóvenes y más vigorosos económicamente de los que vivir por el
morro. Y se lo mereceran, ustedes dieron la vida por ellos.
Noto a mi alrededor síntomas de fatiga. En los
institutos (cada vez son menos los alumnos que conjugan el verbo estudiar), en
las familias (cada vez son más gravosas las exigencias de los nuevos tiranos),
en la sociedad (cada vez son más los morosos que viven de la sopa boba).
Este discurso no gusta. La peña anda muy acostumbrada a los evangélicos mensajes que pintan el cielo de pulcro azul aunque haya cientos chimeneas que lo ennegrecen todo.
Pensemos en positivo dicen los gurus de la autoayuda. Yo me conformo modestamente
con que pensemos y lo que es más difícil, que actuemos en arreglo a lo
pensado.
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