dimecres, 4 de juny del 2014

MOROSOS



La adolescencia fue un invento de la sociedad postindustrial para retrasar la incorporación de los niños al mundo laboral. Punto pelota. ¿De qué manera? Con la excusa de la formación. Los zagales tenían que pasar por un proceso de aprendizaje (enseñanza secundaria OBLIGATORIA) antes de entrar en el mundo de los adultos, en el mundo laboral, en el paraíso en que dejan de depender de sus progenitores para proporcionarse su propio sustento. No se rían que les veo.
En un momento de la historia un hijo pasó de ser un beneficio (dos manos más que trabajaban en el campo) a una carga (una boca que traga y una factura de móvil y un consumidor de marcas y de ortodoncia y de chuches y de alcohol y de….).
En un momento de la historia un hijo deja de atender a su formación (porque no está motivado, porque no lo entienden, porque no sirve de nada estudiar porque no encontrará trabajo) y se convierte en un profesional del escaqueo.  


En un momento de la historia los derechos del adolescente menor de edad (y del mayor dependiente, cuestión que se puede alargar hasta el infinito) superan ampliamente sus obligaciones. Es el germen de la irresponsabilidad (otros pagan los desperfectos que yo produzco). Esa enfermedad la arrastrará hasta la edad adulta (en caso que llegara o llegase) con los consiguientes déficits para el conjunto de la sociedad.
Aquí están, con todos ustedes, venidos desde la falta de límites de una sociedad progre y permisiva, ¡LOS MOROSOS! 


Una gran parte de adolescentes con los que trato a diario no pagan sus facturas (lo que consumen). Los accionistas que los sustentan les ofrecen dos formas de contribuir a su mantenimiento: en dinero (trabajillos para pagarse sus vicios, ahorros varios) y en especies (buen comportamiento, buenas notas). Ni una ni la otra. Viven de gorra y si alguien les pasa la gorra para que apoquinen una modesta aportación en el mantenimiento de sí mismos meten la mano con descaro y se agencian lo que había dentro de la gorra.
Una gran parte de los padres de los adolescentes que trato a diario se han construido un chalé en terrenos de la queja pero siguen satisfaciendo sin rechistar el impuesto revolucionario de los nuevos tiranos. ¿Qué quieres que hagamos, Jordi? Por un hijo/a se hace todo. Se da hasta la vida. Pues nada, esclavos de nuevo cuño, sigan alimetando frankesteins con cara de ovejita desvalida, al final, no lo duden, darán la vida por los morosos y éstos, cuando les hayan sacado todo el hámago, les dejarán tirados en la cuneta para buscar nuevos esclavos más jóvenes y más vigorosos económicamente de los que vivir por el morro. Y se lo mereceran, ustedes dieron la vida por ellos.


Noto a mi alrededor síntomas de fatiga. En los institutos (cada vez son menos los alumnos que conjugan el verbo estudiar), en las familias (cada vez son más gravosas las exigencias de los nuevos tiranos), en la sociedad (cada vez son más los morosos que viven de la sopa boba).
Este discurso no gusta. La peña anda muy acostumbrada a los evangélicos mensajes que pintan el cielo de pulcro azul aunque haya cientos chimeneas que lo ennegrecen todo. Pensemos en positivo dicen los gurus de la autoayuda. Yo me conformo modestamente con que pensemos y lo que es más difícil, que actuemos en arreglo a lo pensado.


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