Los tiempos de bonanza nos dejaron acarajotados.
Todo se arreglaba ampliando el crédito. No había sueño que no se pudiera tocar
con la mano o quimera que no estuviera a tiro. El de la ceja nos barnizó con una
capa de modernidad que saltó cuando los gerifaltes europeos ordenaron sumisión.
Y en un visto y no visto nos caímos de la cama y se nos volcó el orinal encima
del pijama de rayas. La crisis nos pegó un chute de anestesia miedica que nos
dejó ko. Llegaron los cirujanos populares (mira que me da grima el adjetivo de
las narices) para meter el bisturí y poner orden (su ADN) en el
desbarajuste. Y lo pusieron, vaya si lo pusieron, fueron rajando los derechos
adquiridos en decenios de lucha, recortando en sanidad, educación y todo lo
necesario para el bienestar, convirtiéndolo en copago. Y el populacho, encima
de la mesa de operaciones soñando con la Roja y sus triunfos. Todo el desmontaje
se hizo a velocidad del rayo, obvio, antes de que alguien sospechase que todo
era un conciliábulo al servicio de los dueños del oro. Los anestesistas iban
comprobando periódicamente que pese a los viajes de serrucho de los traumatólogos
conservadores el paciente seguía inconsciente. Le hacían la prueba de Bárcenas
y el operado balbuceaba tonterías, lo que garantizaba que se podían amputar más
miembros sin miedo a la revolución (léase cambio de monarca usado por uno más
pasable).
Un nicho fiel de votos del PP lo forma el lobby de
recalcitrantes ultracatólicos que encargaron al Fachardón que antes que se
despertase el enfermito se tocase la ley del aborto, era absolutamente
necesario legislar sobre el vientre de las mujeres para volver a los tiempos de
máxima sumisión falócrata. Y el ministro de Justicia (qué risa me da) legisló a
lo Torquemada. Él, ungido por el Altísimo, se creyó investido de autoridad para
entrar en el útero de todas las españolas y decidir sobre el futuro de lo que
allí sucediese. Él, traicionado por un hijo prepotente, se tuvo que tragar la
publicidad de un incidente de tráfico en el que el muchacho se las piró con
viento fresco cuando había sido el causante del fregao (de tal palo tal
astilla). Y cuando los periodistas insidiosos le preguntaron al beatífico ministro si
comparecería en el Congreso para dar explicaciones, en su versión más chulesca, GallarCristo
esgrimió que los asuntos de familia quedan en familia. Si su hija aborta
supongo que también.
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Camiseta diseñada por la ilustradora MARIA HERREROS. |
Poco a poco noto sensibilidad en los dedos para
escribir los atropellos de la casta. Y empiezo a notar que no es suficiente
cacarear que PODEMOS, ahora más que nunca, es fundamental que nos esforcemos en
el SABEMOS y en el QUEREMOS. Cuando confluyan los tres verbos me parece que
unos cuantos saldrán cagando leches porque si no lo hacen les correremos a
gorrazos.
Correrlos a gorrazos puede suponer enaltecimiento del terrorismo? Al loro Jordi👀👀
ResponEliminaLo guardaremos en secreto, amigo Joan.
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