Ayer fue un día histórico para España. El Jefe del
Estado, el rey Juan Carlos, el monarca bonachón y campechano, decidió
jubilarse. Celebro que mis alumnos hayan aprendido gracias a los medios de
comunicación un vocablo (abdicar) con el que yo les martilleaba pero que no han
incorporado a su vocabulario hasta que ha salido por la tele (lo de siempre).
Los ríos de baba colapsaron el país. Semos así.
Llevamos una racha… Yo creí que con Suárez se acababan los depósitos. Pues no.
Cada vez que palma un miembro de la Transición se sacan las tumbonas al sol y
nos torramos de admiración por un personaje que en el mejor de los casos es
poliédrico. Siempre hay un elemento discordante que chirría en el conjunto. El
premio se lo llevó ayer Luis María Ansón, el conspirador oficial del reino
proclamaba la necesidad de hacer una referéndum para elegir forma de gobierno.
No les niego que mis pupilas se quedaron congeladas con su discursito más
propio de Podemos que de un antidemócrata alcanforado.
A mí (limpio ya de baboseo) lo que más me interesa
de esta historia son las cuestiones inexplicables que lo explican todo. Empiezo
por la sucesión. Para algunos casos (el caso catalán for example) la
Constitución es un marco inamovible que sirve de soporte para la convivencia de
los ciudadanos y para el respeto… (no sigo por no parecer un triste
politiquillo de tertulia de Intereconomía), para otros, como el de la deuda o
la sucesión del jefe del Estado es un chicle que se puede modelar a voluntad .
La Carta Magna prevé que la sucesión se legisle con una ley orgánica al efecto.
¿Y saben ustedes con la sorpresa que nos hemos encontrado? Que no está hecha.
Moraleja, el Parlamento tendrá que confeccionar a correquetepillo un traje a
medida para este proceso. Que el heredero será Felipe VI no requiere la bola de
Sandro Rey pero el tratamiento que se le da al cesante sí que puede ser un tema
interesante de investigar. Especialmente la inviolabilidad del exrey, vaya a
ser que el Coletas Iglesias y sus bolivarianos asalten el poder y quieran tirar
de la manta. Yo les señalo para el Golfo (no Urdangarín, el Pérsico).
Segundo hecho inexplicable. Hace un mes se decreta
por sorpresa la extensión del aforamiento para el Príncipe, su mujercita y la
reina. Si el rey ya tenía previsto ceder la corona a su vástago desde enero y
éste ya tiene coraza jurídica, porqué la extiende también a su mujer y a su
nuera. No me jodas que como un mangante más (mira que es campechano este
hombre) tiene propiedades a nombre de la Sofi y no quiere que se las
nacionalicen los chavistas.
En fin, me aceleré demasiado asegurando en Facebook
(pulpito global) que con la abdicación de Juan Carlos I, el rey elefante, se
acababa la transición. La historia del conciliábulo que se montaron algunos coleará si el pueblo es capaz de quitarse la capa de sumisión y
vasallaje que le impusieron desde el miedo de los años oscuros del final de la
dictadura y se despereza con una piel de ciudadanos íntegros, formados y
responsables de su destino.
Les informo que me he provisto de toneladas de algodón para no escuchar los mensajes de
paternalismo que provienen de los accionistas de la casta (sí, les escuece el
término acuñado por Pablito) que venderán la inexorabilidad del recambio. El sordo ciudadano no entiende de vasallaje.
Lo has clavado. Enhorabuena.
ResponEliminaSe agradece.
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