dilluns, 8 de setembre del 2014

CONTANDO COÑOS



El patriarcado no se erradica si no se arrancan sus raíces más profundas. Los barnices feministas, creyentes de las cuotas y de los ministerios de Igualdad, han fracasado con estrépito. No es solo cuestión de educación aunque también, ni de nivel económico-cultural aunque puede influir, ni una cuestión ético-cívico-moral pero tampoco lo contrario. El área de tan intrincado poliedro no se puede calcular con una fórmula sencilla y directa, exige lupa, microscopio y gran capacidad de no perderse entre lo obvio. Recurriré al dolor de parto y a la semántica de las partes íntimas para averiguar qué hay atascado en el albañal de nuestros cerebros que impide el desarrollo de la política de la diferencia entre hombres y mujeres sin que aparezca el fantasma de la opresión masculina.
Extraigo la anécdota del magnífico (y recomendable) libro de Mithu M. Sanyal que lleva por título VULVA. LA REVELACIÓN DEL SEXO INVISIBLE. La escritora Inga Muscio después de acabar un artículo quiso teclear la cantidad total de palabras y se olvidó una o. Total que convirtió la cuenta en coño (en inglés). El error supuso el horror de aquellos que leyeron al final de su escrito un inexplicable Coño de palabras. Muscio reparó en la suciedad verbal deL coño imprevisto y cómo soliviantaba los ojos que lo leían desconcertados. Investigó hasta descubrir que aquel vocablo dinamitero en su significado original se concibió como“lugar sagrado”. Coño (Cunt) tuvo un parentesco noble con queen (reina), kin (clan) o country (país). Sanyal explica que coño se reemplazó progresivamente (e intencionadamente) por vagina (vaina) para esconder la parte visible de los órganos genitales femeninos y supeditarlos al sacrosanto y poderoso pene, la vagina es “aquella parte en la que la pica es introducida como una vaina”. Una nimiedad, ¿verdad? Ni mucho menos, la fuerza de las palabras y de aquello que simbolizan es fundamental en la configuración de la realidad. 


La segunda fuente de reflexión la encuentro en la HISTORIA CULTURAL DEL DOLOR de Javier Moscoso. El dolor de parto, exclusivo de la mujer, empezó a poder ser remediado con dosis de éter a mediados del siglo XIX, James Young Simpson fue su pionero comprobado la eliminación de los sufrimientos de la madre y la no interferencia en las contracciones musculares necesarias en el proceso. Lo que debió haberse convertido en un paso gigantesco para erradicar el sufrimiento de las madres mujeres se convirtió en centro de una controversia que quería seguir perpetuando el dolor femenino para seguir las pautas del Génesis (parirás tus hijos con dolor). El doctor Merriman se atrevió a descalificar las quejas de las mujeres por tikismikis, era una frivolidad mitigar un dolor que solo se producía a lo largo de cuatro horas, o sea, unas cincuenta contracciones de unos treinta segundos cada una que venían a resumirse en un dolor compacto de unos quince o dieciséis minutos. Tal vez la consideración de ese dolor hubiese sido diferente si lo hubiesen padecido los testículos de Merriman. Otros galenos (hombres, obviamente) descalificaron el avance de Simpson por el tema del posible descontrol femenino. Lo homologaban a una borrachera y  en ambos casos consideraban que “la mujer no era capaz de controlar su dolor ni lo que tenía consecuencias aún más siniestras, tampoco su placer”. Isaac Ray, miembro de la sociedad inglesa de obstetricia consideraba que “el cirujano debía mostrarse vigilante en aquellos momentos en que la mujer parecía más PROCLIVE a manifestar una conducta instintiva. Durante la actividad sexual, el embarazo o la lactancia, los pensamientos extraños, los sentimientos extraordinarios, los apetitos descontrolados o los impulso criminales podían apoderarse de su mente INOCENTE”. Obviamente son múltiples los casos de parturientas que han clavado un cuchillo a su asistente durante el parto. El doctor Dionis fue más lejos en sus desconsideraciones a la mujer parturienta, explicaba en su Traité general des accouchements que “algunas mujeres quieren sentir en todo momento en la vagina la mano del accoucher”, a lo que el cirujano consideraba que “había que acceder con paciencia y con avec toute la décence, más para beneficio de su imaginación que para socorro de su cuerpo”.
Creo que lo más adecuado para resumir la indignación retroactiva es una sonoro y liberado ¡¡¡¡COÑO!!!

2 comentaris:

  1. ¡¡Coño!!¿ Cuando dejarán los hombres de ocuparse del cuerpo y, muy especialmente, del sexo de las mujeres? ¿En qué momento hemos decidido nosotras cambiar el nombre de sus genitales o hemos considerado el tiempo que debe durar un dolor de testículos? ( a veces, si, dime mala)
    Mi madre, como tantas otras mujeres, siempre decía: "si tuvieran que parir ellos, todos seriamos hijos únicos".
    Un besote grande.

    ResponElimina