Definición precisa del poder actual. La arruga masculina está muy prestigiada en las cumbres. Es un rasgo de identidad para los que mueven los hilos, aprietan las teclas o manejan el
cotarro.
Por vía del coach de renombre Juan Carlos Cubeiro (magnífico blog
Hablemos del talento) recibo una ingente cantidad de datos sobre los tipos que habitan las altas esferas, aquellos que pueden ponerse al teléfono rojo y dar órdenes
políticas que cambian el destino de los ciudadanos o que pueden abrir la
cartera o el talonario y poner encima de la mesa cantidades de seis ceros para conseguir sus propósitos. Según un estudio
realizado en Italia por Sandro Catani, las 400 (no se sorprendan del exiguo
número) personas que dominan económicamente el país transalpino tienen una
media de edad de 66 años. Otra cosa es la política, la sociedad premia la
juventud (véase la apuesta sociata por Pedro Sánchez o la de Podemos por el coletas bolivariano),
gusta al público lo que hace un tiempo se calificaban JASP (Jóvenes Aunque
Sobradamente Preparados). El lifting se traduce en Italia en una edad media del
político que se sitúa 20 años menos (45 años). De todas formas que no se ilusionen los jóvenes y las féminas, la sumisión del poder político al financiero es un hecho incontestable.
El género también tiene sus límites y sus
correcciones. Solo el 9% de las mujeres tienen una influencia directiva
(especialmente concentradas en la cúpula no en los puestos intermedios)
mientras que se dispara al 30% cuando el campo de acción es la política
italiana. Las nuevas tecnologías parece que tampoco favorecen el desarrollo del poder femenino, en Google no trabajan más de un 30% de mujeres, en Twitter y Yahoo,
ídem de ídem.
El otro día veía en televisión una información
sobre la Formula Student en Montmeló. Un grupo de estudiantes de ingenierías
que se dedican a diseñar, construir, financiar y competir con un prototipo de
Fórmula 1. Los catalanes de la UPC (sólo una chica) no pudieron competir tanto
como esperaban. “Nos quedamos cortos de financiación”. Al minuto siguiente, el
informativo presentaba a un señor (calificativo poco adecuado) de ojeras vampíricas que se olvidó tributar la
herencia de su padre. Aunaba en su currículo una destacada función directiva en
Banca Catalana y la máxima representación política de su país durante 21 años.
Hombre y viejo. Han tenido que venir sus vástagos a fastidiar las conclusiones.
Pero solo a medias. Varones pero desde jóvenes acostumbrados a no quemarse las
pestañas haciendo planos sino a construir chanchullos y recaudar pasta a la
velocidad de un monoplaza de F1 mientras su padre envejecía y perdía su
virilidad con una confesión vergonzante.
Como dicen los entrenadores futboleros, las
estadísticas están para romperse.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada