Supongo que recuerdan el juego de infancia. Un,
dos, tres, piedra, papel, tijera. Se saca el símbolo a la vez y el papel
envuelve a la piedra, la piedra aplasta la tijera y ésta raja al papel. Como
los chinos son muchedumbre se dedican a investigarlo todo y en la Universidad de Zhejiang les ha dado por analizar los resultados de un torneo de este
famosos juego. Han seguido las decisiones de 360 cobayas y han llegado a una
excelsa conclusión. Ganar-mantener, perder-cambiar. Me explico. Hay un 33,33%
de posibilidades de sacar cada elemento pero si en una ronda se gana la mente
de los jugadores impulsa a repetir la elección en la siguiente, por el
contrario, si se pierde, el cerebro impulsa al cambio de elemento. Extrapolando
a lo bestia podríamos concluir que los conservadores son aquellos que están de
fruta madre en el sistema y los revolucionarios los que andan quejosos.
Si hay
alguien que tiene motivos para quemar el mundo son las mujeres, desde los
tiempos de las cavernas han sufrido discriminación y abusos, por lo tanto, creo
que va siendo hora de cambiar la tijera por la piedra.
En
el nuevo patriarcado las mujeres deben ser dos cosas: productoras y
reproductoras al mismo tiempo, una espirar que acaba consumiendo toda su vida.
La reflexión es de Silvia Federici que tiene un
libro que parece interesante (prometo leerlo): Revolución en punto cero. Trabajo doméstico, reproducción y luchas
feministas. (Ed. Traficantes de Sueños).Vamos con el tema de la reproducción que parece ser la piedra
que es envuelta por el papel.
El
trabajo doméstico no es un trabajo por amor, hay que desnaturalizarlo.
La que pare es la mujer (desperfectos físicos y
emocionales para ella), la que amamanta es ella (que se lo digan a los
edulcorados anuncios de Vodafone el día de la madre), la que se cuida de la
prole la misma (en casita recluida). Y además desde la agencia de publicidad
moral más potente del mundo (la iglesia) se le atribuye en exclusiva esa generosidad sin límites. Madre no hay más que una (ya se sabe que padres puede haber miles). La generosidad atribuida a la mujer madre (las otras están bajo sospecha) obviamente
es GRATIS.
¿Se
imaginan que los hombres hubiesen hecho gratis el trabajo industrial por haber
sido considerado propios del género masculino?
Uno de los parámetros que creía el movimiento
feminista que podía ser medidor de la igualdad era la integración de la mujer en
el mundo laboral. Federici es crítica con este aspecto, argumenta que es una
nueva carga añadida al trabajo doméstico que sigue recayendo sobre sus lomos
(gratuitamente, me pongo pesadito con el concepto). Los recortes sociales alentados
o consentidos por organismos tan favorables a la igualdad como el FMI, Banco
Mundial o la ONU perjudican seriamente las condiciones de la mujer. Se esgrime
por un lado que la tijera rasga el papel pero por otra la piedra le pega un
lanternazo que la desmonta.
El
capitalismo devalúa la reproducción y eso significa que devalúa la vida de las
mujeres para continuar devaluando la producción de los trabajadores.
Supongo que a nadie le cabe duda de lo que ha
supuesto la reforma laboral de la Virginal Báñez. Despidos baratos y trabajo
precario. Esa es la recuperación económica que interesa a los que siempre ganan
en el piedra, papel, tijera.
Federici se atreve con dos soluciones, discutibles
y arriesgadas, pero está claro que según los estudios chinos, cuando se pierde hay que cabiar de elemento.
a) Si no hay reproducción, no hay
producción. Recuerden a Lisístrata y
su huelga de sexo.
b) Salario para el trabajo doméstico (Federici no considera que
deba de ser necesariamente para las mujeres).
Un, dos, tres, piedra, papel, tijera.
No puedo estar más de acuerdo con Federici, la incorporación de la mujer al trabajo es una esclavitud añadida, un pluriempleo y a 24 horas. Habrá que buscar un cuarto elemento ¿?
ResponEliminaUn saludo.
Sueldo doméstico para quien se lo gane. Un saludo.
Elimina