Este año dispongo de una atalaya privilegiada. Imparto
clases de Sociales a unos bichitos de 12 años que han entrado por primera vez
en el universo instituto. Luego pego un salto mortal hasta llegar a los de
Primero de Bachillerato de 16 años a los que atormento con una asignatura que
lleva por título Historia del Mundo Contemporáneo (de la Revolución Francesa a
nuestros días). Y remato con la élite, los que cursan Geografía en Segundo de
Bachillerato.
Cual fue mi sorpresa cuando comprobé que los babys
de Primero de ESO no tenían noticias del Ébola, exagero, siempre hay un par o
tres de enteradillos que lo saben todo (o casi). El grueso del pelotón había
llevado virgen de conocimiento de esta epidemia incómoda a los asientos de mi
clase. Les azoté con un documental que estaba dos clics de un ordenador que no
saben utilizar si no es para chatear y para algunas operaciones ligadas al
exceso hormonal que les arrasa a tan tiernas edades. Se quedaron petrificados
cuando comprobaron que el virus mortal ordenaba la autodestrucción al propio
portador. A la par que aparecieron en pantalla ingentes cantidades de sangre se
despertó su interés por el tema. Estas hordas manejadas por los mandatos gores
de las pelis de moda no reaccionan a la suavidad de mi discurso pero sí al rojo
refulgente.
Cual fue mi sorpresa cuando comprobé que los
incipientes intelectuales (mis alumnos se creen que me choteo de ellos) de
Prime de Bachi no tenían nociones de qué era UBER o un DRON o AIRBN o que se
podían fabricar casas (o metralletas) con una impresora 3D. Repetí el sondeo
entre los elegidos para la gloria de segundo de Bachi y la ignorancia seguía
imperando. Un compañero de departamento me indicó con un altruismo encomiable
que la culpa era mía, yo debía ceñirme a los libros de texto, esos que se
escribieron en 2008, cuando el mundo era feliz.
No me arredré y ni corto ni perezoso decidí
invitar a Jeremy Rifkin a mi clase, ni que fuera en forma de artículo (su libro de
28 euros no entran en los proyectos de lectura de estos jóvenes watsaperos).
Estudiaremos con los de Prime de Bachi el tránsito del feudalismo al
capitalismo y con ayuda del economista y sociólogo norteamericano les he dicho
que vayan poniendo el ojo en el fin del capitalismo. La culpa la tendrá el procomún colaborativo (ellos lo entienden mejor con Spotify o YouTube)
y el coste marginal nulo. Lo que no pudo derrocar el comunismo puede que
lo consiga la nueva clase de prosumidores (consumidores y productores a la
vez). En primero de Bachi me apareció una luddista que cuestionaba la
sustitución de humanos por robots en este tránsito hacia otro nuevo
sistema económico. Le rebatí con Gutemberg y su disruptiva imprenta. Prohibir
solo dilata los procesos pero no los detiene.
Ha sido positiva la experiencia de sentirme un
profesor útil para estos muchachitos y no un servil transmisor de saber caduco.
Pero volveré a la Historia para entender lo que sucederá los próximos días, una
cosa es encontrarse el fuego y otra bien diferente mantenerlo, si alguien no lo
tiene claro que se visione En busca del fuego a toda pastilla.
JaJaJa. Yo, este curso, paso de cuarto de diver a prime de bachi y me pasan cosas parecidas.
ResponEliminaLos mejores los bichillos de primero, pero hace tres años que no los toco.
Gore, mucho gore.
En los bichillos (como en el ébola) se desarrolla todo el virus posterior de la nula curiosidad, se acostumbran al gore y luego no responde el pensar. Lógico.
ResponEliminaCreo que el gore es divertido. No hay virus que mate la curiosidad, más bien se la matamos con diferentes dosis de somniferos aplicadas hora tras hora.
ResponEliminaPara estos chic@s la actualidad pasa por delante sin ser vista. La importancia de estar informados influye en el futuro de sus vidas y de sus valores. "Nada sientes ni nada sabes
ResponEliminaCarne de cañón.
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